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Incógnita
Justo Sierra
1871

Presentación, edición y notas: Karla Ximena Salinas Gallegos

El sabio se sintió, desde aquel momento, profundamente solo, a una inmensa altura, con el libro de la Sabiduría bajo el brazo y en pie y firme sobre las ondulaciones del éter. Habría podido realizar el deseo de un estudiante amigo nuestro, muy dado a la astronomía: enganchar al meridiano una escala de cristal, para poder enamorar a Venus, aburrida de verse sola en el firmamento, persiguiendo al Sol, sin esperanza.

Lo cierto es que si hubiera podido ser vista desde este mísero planeta, la frente calva del doctor habría parecido un astro de tercera magnitud; parecía una estrella con pantalones. ¿Y ese puntito negro que danzaba en el vacío? Era la mesa magnetizada.




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