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CIPRIANO CAMPOS ALATORRE
TRAZO BIOGRÁFICO

Cipriano Campos Alatorre nació en Tapalpa, Jalisco un 31 de julio de 1906; por esta fecha podríamos decir que pertenece a la promoción de Contemporáneos. De este grupo, identificado con la renovación de la poesía mexicana del siglo XX, Cipriano llegó a ser amigo entrañable del polifacético Salvador Novo quien, según testimonio de Efrén Hernández, lo consideraba un “genio”.1 Calificativo que es de llamar la atención sobre todo al provenir del ácido y exigente cronista Salvador Novo.

Quienes conocieron a Campos Altorre lo recuerdan, en los últimos años de su vida, como un hombre taciturno, que solía vestir de negro, con ropa vieja y parches en los pantalones, tal es así, que en las oficinas de la Secretaría de Educación Pública se ganó el mote de El Parchado. Su mala situación económica lo condujo a aquellos lugares en donde podría ganarse el sustento para su familia; así recorrió tanto la Secretaría de Educación Pública —en cuyo Departamento Editorial, encabezado por Novo, se desempeñaban Xavier Villaurrutia, Pellicer y Efrén Hernández— como la Universidad Nacional y las redacciones de periódicos importantes de la época en busca de una salida a su pobreza.

Efrén Hernández quien tuvo un trato cercano con nuestro narrador, lo evoca como un hombre de temperamento nada locuaz, por el contrario, ligero y preciso al hablar; de ojos grandes, más que delgado, “con facciones filosas”, que gustaba de caminar por los barrios viejos de aquel México de los años treinta: Azcapotzalco, Coyoacán, La Villa… La imagen que nos traza es la de un hombre cuyo mayor gusto fue la charla apasionada sobre “literatura, amor, personas, política, aventuras, proyectos, desazones, teoría, sueños”.

Desafortunadamente, la obra de Campos Alatorre fue breve, pues dedicó su vida a la enseñanza; su magisterio lo desempeñó sobre todo en escuelas rurales, Xochimilco y el Estado de México fueron su territorio más preciado.

Si bien, como decíamos al inicio, por fecha de nacimiento fue coetáneo de los Contemporáneos, su quehacer literario no lo dedicó a la poesía sino a la narrativa de corte social. Sus preocupaciones estéticas estuvieron encaminadas a mostrar la corrupción, el miedo o la desazón de los distintos miembros de la sociedad. En Los fusilados, por ejemplo, podemos advertir las consecuencias políticas y sociales de la Revolución mexicana.

A decir de Luis Leal, Campos Alatorre es el precursor del neorrealismo. También dentro de la crítica es común decir —y no sin sustento— que su obra posee rasgos evocadores de la narrativa de Juan Rulfo.

Finalmente, Campos Alatorre moriría en Tenancigo el 10 de enero de 1939. Dentro de sus distintivos figura el haber legado una obra breve, original y vigorosa, y su vida la recordaremos como la de muchos escritores decimonónicos: por su inteligencia, soledad y pobreza.

1 Efrén Hernández , “Cipriano y yo”, América, núm. 67, julio de 1952, pp. 101-106.