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Publicada en 1928 por Ediciones de Ulises, Novela como nube, de Gilberto Owen, recurre al mito griego de Ixión, rey lapita, quien después de asesinar a Deyoneo, padre de su esposa Día, es perdonado por Zeus y lo invita a comer a su mesa. Ixión, desagradecido, intenta seducir a Hera, mujer de Zeus que, adivinando las intenciones de Ixión, recurre a un engaño: da a una nube la forma de Hera. Ixión, borracho, satisface sus deseos sin darse cuenta del engaño. Durante el acto, Zeus lo sorprende y ordena a Hermes azotarlo hasta repetir la frase “los benefactores merecen ser honrados”. Después, lo amarran a una rueda ardiendo y es condenado a rodar por los cielos eternamente, como documenta Robert Graves en Los mitos griegos.
Escrita durante 1926, esta novela comparte características temáticas y de composición con Margarita de niebla (1927), de Jaime Torres Bodet, y con Dama de corazones (1928), de Xavier Villaurrutia. Para Guillermo Sheridan ( Los Contemporáneos ayer), la novela de Proust, A la sombra de las muchachas en flor, es una influencia importante en las tres; la de Owen incluso llevó primero el título de “Muchachas” (en El Universal Ilustrado del 24 de junio de 1926 se publicó “ ‘Elegía en espiral’ [del próximo libro Muchachas]”, que será el capítulo 22 de Novela como nube). Esta trilogía fue considerada por sus autores como “ensayos”; sin embargo, tuvo una buena recepción en su momento. Torres Bodet fue el único que continuó escribiendo narrativa; Villaurrutia y Owen se concentraron en la poesía.
Tanto en su prosa como en su poesía, es posible percibir la preocupación de Owen por borrar la frontera entre los géneros, pues busca que ciertos registros interfieran en otros; al mismo tiempo, existe una fuerte presencia biográfica en su obra.
Novela como nube explora maneras alternativas de contar una historia, evitando poner en primer plano la historia contada y el carácter de sus personajes, para concentrarse en un estilo cercano a la poesía —o a cierta prosa poética de los modernistas—. Los personajes se presentan desde el punto de vista de Ernesto, el protagonista, mediante el monólogo interior que refiere lo sucedido en diferentes niveles, tanto en el propiamente anecdótico, como en el de los sueños y las reflexiones al margen de la anécdota; los personajes femeninos —Ofelia, las Evas, Elena y Rosa Amalia— se diluyen en el punto de vista de Ernesto, quien, de modo análogo a la función de Ixión en el mito, busca seducir a Elena / Hera —esposa de su tío Enrique / Zeus— y, por una confusión, termina casado con la hermana de Elena, Rosa Amalia. Este matrimonio será, en la conciencia del protagonista, su rueda de Ixión.
Con la intervención explícita del autor, en el capítulo dieciocho, se nos ofrece una clave de lectura de la propia novela: “he querido así mi historia, vestida de arlequín, hecha toda de pedacitos de prosa de color y clases diferentes […] mi personaje sólo tiene ojos y memoria; aún recordando sólo sabe ver”. Así, la lectura de la novela desde esta clave nos resulta menos ambigua y más asequible.