Al hacer un comentario sobre El viejo y el mar de Ernest Hemingway, en sus “Notas largas para novelas cortas” Luis Arturo Ramos señala que “el espacio es tan importante como el personaje y la historia misma. Y éste, el espacio, hay que construirlo en su apariencia externa y en su significatividad metafórica” (43). Más adelante, hablando ya de sus nouvelles, el autor dice que en ellas incluye “la descripción más o menos minuciosa del ambiente exterior a fin de que el protagonista se desenvuelva y signifique” (44). A partir de estos planteamientos de Ramos, en lo que sigue quisiera presentar y discutir algunos aspectos de la construcción narrativa del espacio y el personaje de su La Señora de la Fuente (1996).
Una mujer desamparada habita un nicho junto a la bomba que mueve el agua de una fuente cuya figura central es una virgen de piedra con su niño. La mujer vive obsesionada en proteger al niño porque está segura que la virgen de piedra no lo sabe defender, pero un día el niño desaparece. Ella decide recuperarlo y al no poder hacerlo toma el de un nacimiento expuesto en una iglesia. La mujer es delatada y un grupo de policías la obliga a que entregue la imagen del niño, la que sale despedazada de un costal. Los hombres desalojan a la mujer y con la amenaza de llevarla al manicomio le prohíben regresar a ese lugar. La mujer ahora corre gritando por la ciudad, mientras una cuadrilla de parques y jardines destruye la fuente.
La nouvelle está dividida en cinco capítulos. En el primero se presenta y plantea la situación en que vive la mujer, se narran sus reclamos altaneros a la virgen de piedra y calmados a la de la iglesia, y es evidente el motivo de La Llorona cuando en la mente de la mujer aparece de vez en cuando la imagen de “la bestia que mató a sus hijos” (65). En el segundo capítulo se narran pasajes del pasado de la mujer y el nacimiento de la amistad con la Muda, otra desamparada, y de la relación difícil que ambas sostienen con un grupo de borrachos. En el tercero la fuente ya no tiene agua, la mujer pide perdón a la virgen de la iglesia por su comportamiento soberbio con la virgen de piedra y el niño desaparece. El cuarto comprende la visita a una bruja para que a ella y la Muda les indique cómo recuperar al niño valiéndose de algunos conjuros. En el quinto las dos mujeres siguen paso a paso lo indicado por la bruja, la Señora de la Fuente se roba el niño del nacimiento, la policía la descubre, destruyen la fuente y la mujer termina corriendo y gritando por la ciudad.
El primer capítulo comprende ya los elementos y motivos que van a desarrollarse en la nouvelle. En él aparecen todos los elementos clave para el desarrollo del texto y del personaje. Inclusive al final de este capítulo, como también al final del segundo, la mujer llega a imaginar que el niño de piedra se escapa de los brazos de su madre y vuela entre los zanates de la tarde. Esto lo hace ella al regresar de sus jornadas callejeras, y sobre todo lo hace por el gusto de imaginar algo que le parece gracioso, y sin embargo no deja de causarle aprensiones. De alguna manera estas imaginaciones de la mujer pueden advertir al lector sobre el desenlace de lo que se narra.
El espacio en que transcurre la vida de La Señora de la Fuente, nombre con que además a ella le gusta que la llamen, presenta dos niveles: la calle, principalmente la fuente, y una iglesia donde ella va a hablarle a cuadros de la virgen y de su hijo ya adulto y crucificado. En la fuente, su territorio, ella es altiva, arrogante, se le encara a la virgen de piedra reclamándole porque no fue capaz de defender a su hijo cuando iban a matarlo; en la iglesia su actitud más bien es pía, es una feligresa cabal, y las imágenes de la virgen y su hijo la conmueven
Es pertinente la diferenciación entre estos dos niveles del espacio narrativo de la nouvelle. En la fuente, la mujer tiene su pequeño reino; en la iglesia es el mundo de recogimiento para ver e imaginar más horrores con el niño vuelto hombre y muerto. Asimismo lo es para el perdón: “Virgencita, no lo vuelvo a hacer . . . Te prometo no hablar mal de ti ni volver a compararte con la otra que mató a sus hijos” (86). No obstante en el trascurso de la nouvelle, cada vez que la mujer ve los cuadros de la pasión y crucifixión a regañadientes comprueba que la virgen no ha defendido a su hijo. Tal circunstancia que mezcla piedad y disgusto en la mujer viene a ser una especie de puente entre la fuente que ella habita y la iglesia de la virgen. Puente que le da cierta legitimidad a sus reclamos contra la virgen de piedra y a la búsqueda angustiada del niño cuando desaparece.
En la fuente la señora de la fuente no es la virgen de piedra, lo es la desamparada. Tal desplazamiento del nombre hacia la mujer, del que ella misma se apropia y como a ella le gusta que la llamen, pues él “la protege con una sensación de fortaleza que le dura todo el día” (59), va a reforzar el hecho de que la desamparada vea en la virgen de piedra una mujer que simplemente no supo defender a su hijo, que lo dejó morir. De esta manera en la nouvelle se da cabida a la presencia de un arquetipo cultural hispanoamericano, en particular de México, el de La Llorona. Una madre mala con su hijo en brazos, entre los que siempre rueda el agua de la fuente, es una imagen de La Llorona.
Con la presencia de La Llorona el espacio de la nouvelle va a alcanzar otro nivel, el que corresponde a la leyenda. La totalidad del espacio que construye Ramos en su narración abarca, pues, la vida (que es la calle), lo religioso (que es la iglesia) y la leyenda (que es La Llorona). Tres niveles del espacio narrativo entre los que la desamparada trasiega con sus días.
La desamparada vive, se construye como personaje, moviéndose entre la vida, lo religioso y la leyenda. De estos niveles será el tercero hacia el que ella se dirija para quedarse, en ese que es la justa combinación de lo humano y lo sobrenatural. Ya en el último capítulo de la nouvelle la virgen de piedra aparece destrozada y al final, igual a como lo hace la desmelenada, la mujer gritará “contra el día recién amanecido en un borbotón incontenible” (113). En esta nouvelle la desamparada acabará por ser una Llorona de día, de noche lo será la de la leyenda. Cada mujer de “La Señora de la Fuente” al final va a quedarse con su propio nivel de espacio: la virgen en la iglesia día y noche, la Llorona en su río y de noche, la Señora de la Fuente en la calle y de día.
Si bien estos tres niveles son los que han aparecido en la construcción del espacio que ejecuta Ramos en su nouvelle, es conveniente indagar ahora cómo la desamparada va de la calle y la fuente hacia el nivel propio de la leyenda. Para ello es necesario seguir el proceso de transformación que ella sufre hasta encarnar la Llorona.
A la mujer “[l]a vida le ha enseñado que la sabiduría no consiste en saber buscar sino en recoger lo que se encuentra al paso. La convivencia con la gente de la calle le ha indicado que no le pertenece nada que no aparezca en ‘su camino’. Por eso levanta lo que descubre a sus pies con la única condición de que tenga forma, peso y sea capaz de contener o transportar algo” (64). La calle es también la vida de esta mujer en sociedad, en ella ha sabido aceptar su condición de ser marginal. En la calle ella recoge la basura que pueda servirle, en la calle también ha aprendido a encarar las burlas de los muchachos, a lidiar con un grupo de borrachos con los que ella y su amiga, la Muda, suelen tratar, de igual manera a enfrentar a los hombres de parques y jardines. Precisamente la Muda le regalará a la Señora de la Fuente un garrote de palo de guayabo, que va a servirle para defenderse, sostenerse al caminar, y que también representa “la recta amistad de la Muda a pesar de los nudos y jorobas que corrían desde el puño hasta el puntero” (75). En el espacio de la calle en que se mueve la Señora de la Fuente encuentra la amistad y también las vicisitudes para su diario vivir. La sociedad y sus crueldades se ensañan con la mujer, y ella las enfrenta en una labor diaria que la maltrata, que la abruma de inconveniencias.
Si ya se ha expuesto que la Señora de la Fuente va a terminar encarnando a la Llorona, en la construcción de la nouvelle encontramos que aparece el tema que Howard Nemerov califica como obsesivo en esta forma narrativa, el de la identidad que hay entre dos personajes, gracias a que entre ellos hay similitudes muy cercanas (239). Esta identificación de un personaje con el otro debe resolverse mediante una crisis fatal que afecta a uno de los dos, acción que también viene a representar una salvación (236). Dean S Flower dice que la relación entre los personajes se enfrenta a la presencia de una fuerza antagónica, con lo que los tres forman un triángulo. En el ángulo superior está aquella fuerza antagónica, en un ángulo de la base se ubica uno de los personajes, en el otro su doble, una alternativa de sí mismo (19).
En “La Señora de la Fuente” la fuerza antagónica vendría a ser la sociedad, en uno de los ángulos estaría la mujer y en el otro la virgen de piedra. Tanto a la mujer como a la virgen de piedra la sociedad las maltrata. La desamparada, ya se expuso, es objeto de burla y agresión por algunos seres de la calle. A la virgen de piedra le cuelgan collares, le ponen trapos, los hombres orinan en la fuente y hasta le cuelgan un cartel que con mayúsculas reza “CONDENADA” (79). La mujer guarda una estrecha relación de identidad con la virgen de piedra, quien siguiendo el esquema de Flower viene a ser el doble de la mujer, su alternativa. La convivencia de la desamparada con la virgen de piedra, los constantes reclamos que a ésta le hace por ser tan mala madre, el sentirse tan bien cuando la llaman la Señora de la Fuente, son manifestaciones de que la mujer ve en la virgen de piedra una alternativa de sí. La mujer, en últimas, quiere y se siente la virgen, y para serlo ha empezado por su obstinación en defender al niño de piedra, por ser una verdadera madre.
Como ya se ha adelantado, la relación de la mujer con la virgen de piedra es conflictiva. Visto ahora a la luz del tema de la identidad que hay entre los dos personajes, la relación de la mujer con su doble es difícil, muy tortuosa. Tal relación acontece como un tema permanente que se desarrolla en toda la nouvelle. La mujer siempre tendrá motivos para reclamarle a la virgen de piedra, o bien le señala con frecuencia que no supo defender a su hijo cuando lo iban a crucificar, o bien llega a extremos como cuando el día que el niño desaparece de frente la amenaza con el bastón de guayabo y la trata de puta porque no lo ha defendido (86). En la misma iglesia, entre el silencio y recogimiento que este lugar sugiere y es, la mujer no ha dejado de ver con malestar que esa virgen de las telas y los nichos es la misma que no supo defender al hijo que aparece en los cuadros de la pasión y crucifixión. Pareciera que no hubiera ocasión para que la virgen se redimiera ante la mujer. Bien sea porque el hijo es ya adulto o todavía es niño, siempre la virgen, de piedra o no, es una mala madre.
En su identificación con la virgen de piedra al ver en ella a su doble, la mujer quiere ser la buena madre, remplazar a la virgen en sus oficios de madre. Esta labor alcanza sus mayores cotas cuando la mujer, ayudada por la Muda, busca con desesperació al niño que ha desaparecido y acaba por robarse el del nacimiento de la iglesia. A esta altura de los hechos cabe señalar que el tiempo de la nouvelle transcurre en diciembre, mes que para el cristianismo es el de la natividad, que equivale a decir también de la maternidad. De esta manera, espacio y tiempo en la nouvelle están dispuestos para acentuar sus significaciones y contribuir a la construcción del personaje, tal lo ha planteado Ramos en sus “Notas largas para novelas cortas.”
En el desarrollo de la nouvelle la mujer misma siempre ha visto en la virgen de piedra la imagen de La Llorona. Con ello su doble también será el de la madre mala que es La Llorona. Para llegar a ser ese doble la desamparada deberá pasar primero por la prueba de la maternidad, entendida ésta por la protección y cuidados del hijo. De tal prueba sale airosa luego de robarse al niño del nacimiento.
La segunda prueba para ser La Llorona es matar al hijo. Con el niño en un costal llega a la fuente y encuentra destrozada a la virgen de piedra. Ya no hay virgen de piedra, ya no hay Llorona en la virgen de piedra, y ahora por fin la mujer sí es la absoluta Señora de la Fuente. Ella pasa la noche en su lugar junto a la bomba que ya no funciona, durmiendo junto al costal donde tiene al niño del nacimiento. A la mañana siguiente unos policías y una cuadrilla de parques y jardines la sacan de su nicho y la obligan a vaciar el costal. El niño sale a pedazos, “la cabeza, las piernas regordetas, las manos juguetonas, todo él convertido en una cosa sin sentido, desperdigado por el cemento como las migas que se le avientan a los pichones” (111). Ella ‘ha matado’ al hijo y llora. Entre sus llantos pareciera recibir cabalmente la asignación de su papel de La Llorona. Termina por resolverse así la crisis que ocasiona el de tema de la identidad entre ella y la virgen de piedra. La fatalidad ha recaído en la virgen de piedra, quien primero desaparece de escena convertida en pedazos para que la desamparada asuma el papel de La Llorona, mismo que la mujer empieza a protagonizar en la ciudad, una vez la policía la lleva al otro lado de la calle mientras los de parques y jardines destruyen la fuente.
Si la crisis con que se resuelve la identidad de la desamparada con la virgen de piedra es una salvación, lo es para ella porque llega a ser La Llorona luego de afirmarse como mujer en su maternidad. La desamparada llega a ser esa mujer que es la madre mala que mata a sus hijos, versión de la misma Medea que en otros lugares y tiempos los humanos han creado a su imagen y semejanza.
Como se ha visto, en La Señora de la Fuente de Luis Arturo Ramos una mujer entra a los ambientes de la leyenda de La Llorona luego de andar por los de la calle y la iglesia, por los de la sociedad y la religión, y después descenderá como La Llorona al asfalto de la ciudad. ¿Será que en este proceso la desamparada llega a ser una santa, una especie de Santa Llorona que primero quiso ser la virgen?, ¿será que esto es finalmente la salvación de la mujer durante la crisis en que se resuelve su identidad con la virgen de piedra? Quizá. En la lectura de esta nouvelle, que el autor ofrece como una parábola de fin de siglo, también se encuentran rasgos de una hagiografía.