Dramaturga, novelista y traductora nacida en la Ciudad de México el 2 de noviembre en 1928. Antes de dedicarse a lo que verdaderamente constituía su vocación, asistió a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Finalmente, cursó Letras Inglesas y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras. Al estudiar la maestría en Letras, con especialidad en Arte Dramático, estuvo rodeada de compañeros como Emilio Carballido, Sergio Magaña, Rosario Castellanos, Jorge Ibargüengoitia, Héctor Mendoza, y con maestros de la talla de Rodolfo Usigli, Fernando Wagner y Enrique Ruelas. Obtuvo también el doctorado en Historia del Arte Medieval.
A los 22 años había ya escrito su primera obra, Aguardiente de caña, puesta en escena un año después, en 1951, y por la cual recibió el Premio del Concurso de las Fiestas de Primavera. Como tesis de la maestría (1955) presentó su obra Los frutos caídos (estrenada dos años después, en 1957; con ella obtuvo el Premio del Festival Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes). Entre otros galardones con los que ha sido reconocida figuran los premios Magda Donato, Xavier Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes.
Su prolífica pluma ha producido más de cuarenta obras de teatro, casi una veintena de novelas, además de numerosas traducciones y colaboraciones en publicaciones periódicas, como “México en la Cultura”, suplemento de Novedades (1958-1961), el suplemento cultural de Ovaciones (1964), La Palabra y el Hombre, de la Universidad Veracruzana, y la Revista Universidad de México, por mencionar sólo algunas. Como traductora también ha sido vasto su aporte, pues ha vertido diferentes obras del francés, inglés, alemán e italiano.
Ha colaborado también en guiones de cine, algunos de los cuales hacía junto con Emilio Carballido; sin embargo ―como recordó en alguna ocasión―, pedía que no se le diera crédito porque el resultado final no le satisfacía. En cambio, al escribir novelas, podía conformar con mayor detalle todo un universo, sin problemas de tiempo ni de espacio, según sus propias palabras. Incursionó en este género en 1959 con El lugar donde crece la hierba. Para ese entonces, había ya presenciado la puesta en escena de al menos ocho de sus obras. Otros títulos de sus novelas son: La plaza de Puerto Santo (1961), La cólera secreta (1964), El valle que elegimos (1965), La noche exquisita (1965), Los trovadores (1973), Apocalipsis cum figuris (1982), La cabalgata (1988) y Las confesiones (1994).