–Sucede, camarada, que yo vengo prestando mis servicios en esta empresa hace un año, nueve meses y diecisiete días… y confío en que el camarada Rubík anote el dato con exactitud… y en todo ese tiempo, camarada, no he faltado al trabajo un solo día, no he escatimado horas extras ni tareas que también, en rigor, podríamos llamar extraordinarias; no he dejado de asistir a una sola de las reuniones que la dirección acostumbra convocar con frecuencia que tú, como funcionario del partido, de seguro no desconoces; he participado en todas las actividades a que me obliga mi condición de comunista, como por ejemplo la marcha de veinte kilómetros con que el pueblo checoslovaco y los camaradas extranjeros que aquí vivimos y trabajamos expresamos hace unos días nuestra solidaridad con el heroico pueblo coreano y en la que rindió su postrer jornada el último par de zapatos que me quedaba, y todavía, camarada, dicho sea con la franqueza que como tú bien sabes debe caracterizar en toda ocasión el trato entre comunistas, todavía, digo, no alcanzo a comprender, seguramente porque nadie me lo ha explicado, cómo el sacrificio de mi último par de zapatos pudo haber contribuido a la justa lucha del pueblo coreano contra la agresión imperialista…