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El cacique de Turmequé
Gertrudis Gómez de Avellaneda
1871

Presentación: Begoña Pulido Herráez

A la idea de que dos hombres igualmente enamorados de ella se habían encontrado en su jardín, preveía la incomparable capitana la consecuencia inmediata de semejante suceso, y se halló presa de tan terrible angustia e insoportable ansiedad que —sin atender a las súplicas y reflexiones de su esclava— tornó desatentada al mismo paraje de que había huido, resuelta a interponer su hermoso pecho entre las espadas de don Alonso y don Diego.

En vano, empero, recorrió todo el jardín, llamando al uno y al otro entre desgarradores sollozos; todo estaba desierto y silencioso… Los dos rivales habían desaparecido, cual si se los tragase la tierra, y acaso juzgara Estrella que cuanto le parecía haber ocurrido aquella fatal noche no era sino alucinación de un sueño, si de pronto —al pasar cerca del cenador— no hubieran resbalado sus delicados pies en un charco de todavía hirviente sangre.




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