Daniel me enseñó otra forma de vida. Otras maneras de disfrutar la sensualidad, otras formas de aprovechar el sexo.
Daniel me enseñó a no sentir culpa ni vergüenza por haber estado en busca del amor…, del amor ideal…, del amor de cuentos de hadas. Es la educación que recibiste.
Lo importante es quién eres, qué das a los que te rodean, qué te das a ti mismo.
Soy un ser dispuesto a entregarme…
Daniel me ayudó a olvidar las angustias por los crímenes que se cometen en “mi ciudad sin oportunidades”; enfrentándolos, denunciándolos. Me demostró que lo importante son los actos, a través del tiempo y del espacio. Que sólo la palabra escrita permanece, y que aun ésta es fácil de tergiversar.