¡Y vi abierta la lacra, la inmensa lacra de las miserias sociales en donde fermenta la levadura de los vicios que contaminan a la mayor parte de la humanidad incauta!
¡Y comprendí y disculpé el odio, el odio supremo, santo, que una mujer honrada siente por el hombre perjuro que la mancilló, que burló su fe y su amor!
¡Ah, la entraña inmolada que sangra odio!… ¡Ah, la entraña que pide justicia!… Esa entraña, ¡glorificada sea!…