—¿Me creéis un chiquillo? —vociferó el Diablo—. ¿Con qué queréis firmar? ¡Con tinta! ¡Valiente cosa! ¿Cuántas veces habéis firmado con tinta y habéis desconocido vuestro nombre y vuestra rúbrica? Conozco vuestras artimañas. Unas veces hacéis la letra de un modo y otras de otro. Vuestra rúbrica cambia todos los días. Tenéis un desplante maravilloso para negar vuestra firma; no merecéis mi confianza.
—¿Pues qué queréis que haga?
—Quiero que firméis con la sangre de vuestras venas, conforme al uso antiguo. Aquí tenéis un punzón a propósito para sacárosla. Picaos el brazo izquierdo, que es del corazón, y recibid el rojo humor en este vaso de cristal.