—¡Van a descubrirme! —se dijo con verdadera pesadumbre—. Ahora que quería vivir o quedarme en el mundo, aunque fuese muerto, para vengarme de aquella ingrata, para ser su sombra, su remordimiento vivo… Pero, ¡ah!, tendré que irme, y ¿a dónde?, ¿al cementerio?… ¡Abrenuncio!… Y ¿dónde alojarme con este olor que sienten salir de mi estómago? Sin duda podría transitar por esos mundos con este aliento, pues no lo tienen más perfumado muchos que pasan por vivos.