—No eres más que un pobre fantasma; no vales más que una pobre idea, que una miserable obsesión. Ya no te amo y hasta creo que no te he amado nunca. Te desprecio. Has hecho vibrar mi inquietud, no porque valgas algo, sino por un descuido mío. Te hundiré en el arca donde reposan mis cosas olvidadas y te comerá la polilla […]. Ahora mismo ya no estoy seguro de haberte visto antes y acaso no te haya visto jamás. ¿Lo ves? Ni siquiera me has dado la certidumbre de que existes...