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Los fuereños
José Tomás de Cuéllar
1883

Presentación: Claudia Canales Ucha
Edición y notas: Verónica Hernández Landa Valencia y Fernando Morales Orozco

—Es como el telégrafo, mamá —dijo Clara—, con la diferencia de que el teléfono es para oír.
—¿Para oír qué?
—Para oír la voz de usted a una gran distancia.
—¡Ay, qué vergüenza! —exclamó doña Candelaria—. Quiere decir que, si tengo algo que decirle a mi marido, lo oye todo el mundo.
—No, mujer, nada más que tú y yo. Podemos secretearnos por el teléfono sin que nadie nos oiga.
—No, eso es imposible, porque si yo estoy lejos, tienes que gritarme.
—En eso está el secreto y la invención.
—¡De los extranjeros, por supuesto!




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