Andrés se levantó como para dar mayor solemnidad a su donación y, con voz cuasi religiosa y conmovida, añadió:
—¡Doctor, vengo a regalarte un alma!
—¿De veras no tomaste café cargado hoy?
—De veras.
—Bueno, pues, lo acepto; sólo que…
—No preguntes que no te responderé.
—En ese caso lo acepto sin preguntar; pero… ¿traerías por ventura esa alma en la cartera?
—No, esa alma será tuya mañana.